martes, 25 de julio de 2017

Reencuentro


“Hoy que llevo en la boca el sabor a vencido, procura tener a la mano a un amigo que cuide tu frente y tu voz.”

(Fragmento de la canción “Hoy ten miedo de mí” de Fernando Delgadillo)

¡No quiero llegar a la cita!, me aterra que de nueva cuenta nos miremos frente a frente. Y es que todos los días es lo mismo aunque, en cierta forma, ya estoy acostumbrado.

Pero, costumbre o no, sigue siendo incómodo en el mejor de los casos. Y no sólo es que en su cara observaré otra vez reproche, decepción y hasta preocupación; hoy especialmente veré salir nuevamente a la “bestia sedienta” que ha estado escondida por días sin más consuelo que algunos lapsos de sueño obligado por los estupefacientes que a propósito le he suministrado. He estado retrasando la cita pero, la verdad, es que entre más prolongue este encuentro más duro será el golpe que me espera… y le tengo más miedo a ese dolor.

Y es que hace años le hice promesas que hasta hoy no he cumplido. Fue fácil ignorarlo los primeros meses, él y yo acordábamos que el próximo sería… pero así fue cada mes hasta que llegó uno en el que no pude más y para callar su reclamo utilicé drogas; al inicio sólo alcohol pero después cosas más fuertes. Funcionaba.

Entraré a mi casa, seguro inconscientemente buscaré alguna distracción que retrase aún más mi encuentro pero hoy decididamente no haré caso; subiré las escaleras y entraré al sanitario. Colocaré las manos sobre el lavamanos y, lentamente, moveré mis ojos hacia el espejo y observaré con determinación a los ojos de la bestia que me espera impacientemente en las mayores profundidades de mi conciencia.

Roy Lobo (28.nov.2015)

sábado, 15 de julio de 2017

¿Muerto?


“Soy vecino de este mundo por un rato y hoy coincide que también tú estás aquí, coincidencias tan extrañas de la vida, tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio y coincidir.”

(Fragmento de la canción “Coincidir” de Alberto Escobar)

Estoy consciente. Soy consciencia.

Puedo decidir el siguiente instante pues en este momento soy como Dios, parte de Dios y soy Dios porque él es como yo, él es parte de mí y él es yo. ¡Tan fácil que es notarlo! No me explico ¿por qué tardé 88 años (y “pico” ) en darme cuenta? Y, la verdad, es que pude haberlo sabido. Me preguntó, ¿por qué cuando fui concebido lo olvidé?

Hace unos instantes lo recordé y, debo decir, ¡que impresionante es darse cuenta! No puedo creer las “vueltas” que le di a todo este asunto. De haber sabido no hubiera esperado tanto, me hubiera entregado cuando tuve la oportunidad… ¡Ah! La costumbre de decir “hubiera”. Perdónenme por favor, apenas me doy cuenta.

Sin embargo, no me arrepiento. Sí, dejé pasar oportunidades cuando el pensamiento me señaló una y otra vez el camino que yo, por ignorancia, terquedad y flojera decidí pasar por alto pero todo fue parte de este preciso momento. Todo debía suceder así (hasta cuando me pregunté si todo debía ser así).

Tenía que pasar incluso ese “trauma mortífero de la muerte mortal” que tanto distraía mi pensamiento. ¿Por qué me enseñaron a temer la muerte? ¿Por qué me permitieron aprender ese miedo? O la cuestión importante tal vez sea ¿estuvo a mi alcance la respuesta y yo solo decidí cerrar los ojos a lo evidente?

Mal nombre ese que se le dá a la muerte, da una idea de “final”, “hasta aquí”, “no hay más” y... no es verdad, nada más alejado de esas definiciones.

Porque no morí, sigo estando aquí y ahí, sigo siendo allá y acá; soy diferente pero, al mismo tiempo, el mismo. Estoy con todos ellos y soy UNO con todo eso que, en apariencia, dejé. Soy obra y soy recuerdo. Soy mal ejemplo pero también bueno. Soy materia y energía, transformada sí, pero la misma al fin. Soy emoción en unos y acción en otros. No estoy perdido en la inmensa pero claramente finita nada.

Soy inspiración y deseo aunque también decepción y repulsión. Soy odio pero también amor aunque muchos no se hayan dado cuenta.

Así que, en realidad nunca me “fui” a pesar de quedar una extraña creencia de que así sucedió.

Soy verdad, sé lo que es la perfección y, al fin, soy feliz. Comprendo por qué nunca conocí eso estando “vivo” pero también entiendo las razones de mi insistencia en lograrlo.

Mi materia es polvo de estrellas ahora, siempre lo ha sido y yo soy pensamiento, siempre lo fui y siempre lo seré.

¡Qué fácil era! ¡Qué ingenuo fui!

Aquí y ahora, simplemente, ¡soy!

- Roy Lobo (2011)

jueves, 6 de julio de 2017

Tránsito vehicular


“Mi corazón me sepultó en la soledad; viví para mí, viví sin amor, temeroso del dolor que yace en él.”

(Fragmento de la canción “Descansa En Paz” de Joaquín Padilla)

Se encontraba en plena ruta a las metas que había deseado llegar desde hacía ya tiempo. Tenía treinta y cinco años, soltero todavía. Muchos le decían que así estaba bien, soltero, que no cometiera el error de casarse. Su madre, en cambio, no perdía la oportunidad de recordarle que ya quería nietos y que se cambiara diario de camisa para que no conservara esos apestosos humores. Si te vuelves a poner esa pinche playera sudada, es como si no te hubieras bañado m'ijo, decía la madre. Secretamente él deseaba encontrar el amor, nunca lo externó, ni a sus padres ni a los que le decían que así solterito estaba bien.

En ese momento había terminado de pagar una deuda añeja en esa tarjeta que lo mantenía como un foco rojo en el mentado buró de crédito. ¡Cuánto le había costado su ignorancia financiera! Al menos no tenía familia propia a quien arrastrar con él. Pero le costó tiempo y, por supuesto, mucho dinero saldar esa deuda.

Hoy, sin embargo, sonreía. Habían pasado los tiempos del estrés auto-infringido. Hoy se sentía libre mentalmente y lo notaba pues se descubrió a sí mismo pensando en una nueva idea de negocio y en renovar su coche por uno japonés que, según él sabía ya, eran los de batalla. Tenía que ser un automóvil nuevo, no usado ni semi-nuevo, nuevecito de paquete como oyó una vez decir en la radio. Uno al que no se le meta el agua como al suyo y que le permita al menos acelerar un poco en la lluvia. Sí, el coche que manejaba en ese momento había sido una fuente importante de ese estrés vivido en el pasado.

Interesantes tiempos, pensaba mientras regresaba a su casa a comer. ¿Le comentaría a su madre lo de la deuda saldada? ¿Para qué? No le había contado de la deuda todos estos años para no preocuparla. No había caso mencionarle que hoy por fin se había terminado el problema. Haría, en su lugar, algo audaz. Algo que nunca había dicho antes pues en su familia siempre fueron un tanto fríos y faltos de palabras para estas situaciones. Le diría por primera vez y con palabras: mamá, te quiero. Y no es que ella no lo supiera, era una de esas cosas que se asumen y nunca se dicen por falta de costumbre. Él, sin embargo, hoy lo haría.

Así era el optimismo que en ese momento vivía. Hoy, por fin, él daría el primer paso y un brillo en sus ojos destelló.

Mientras, un atorón en el tránsito vehicular hizo que detuviera momentáneamente el coche. Le faltaban únicamente tres cuadras para llegar a casa de sus padres y sólo alcanzó a ver al policía que desviaba la circulación por otra calle. Sonrió al recordar algo que le oyó a un amigo: Con esos mordelones ya no sabes si sentirte seguro o en peligro cuando se asoman.

Él se sabía las calles de memoria y decidió tomar su propia desviación para llegar a su casa, nunca el morbo logró persuadirlo a que viera al muertito (y no es que no quisiera verlo, él reprimía el impulso en su afán de no pertenecer a la nacada como él la conocía). Tomó otra calle y le llevó sólo unos minutos más llegar.

Después de estacionar el auto y entrar a su casa, le extrañó no encontrar a su madre. Debía ya estar ahí como era su costumbre. Tomó asiento en uno de los sillones de la sala de la entrada y reflexionó un momento en cómo le diría a su madre lo que planeaba, era un paso totalmente nuevo para él (y probablemente para toda su familia) pero, estaba decidido, había que hacer cosas nuevas ¡ya!

Para esperarla, decidió hacer algo que hace mucho tampoco hacía: encendió la televisión. Sintonizaba un canal local que seguro había dejado puesto su madre la noche anterior. Estaba a punto de cambiar la señal cuando lo detuvo algo que llamó su atención: un accidente de tránsito. Decidió hacerle caso al morboso naco que siempre lo acosaba en estos casos.

La narradora amarillista de la nota mencionó algo que le llamó más la atención: las calles del accidente. Era el accidente a unas cuadras de su domicilio que había evitado hace unos minutos. Parece que era importante pues el tránsito vehicular se había extendido varias calles a la redonda. El chófer de un minibús urbano con pasajeros dio una vuelta bruscamente cuando un niño en bicicleta cruzó imprudentemente la calle principal. Otros dos autos giraron también cuando vieron muy cercano al minibús y no pudieron evitar chocar entre sí y bloquear las calles.

En ese momento todo comenzó a darle vueltas a su alrededor. Una opresión muy grande sintió dentro de él. No pudo ponerse de pie pues las piernas no le respondieron. Solo acertó a hundirse aún más en el sillón, paralizado por lo que acababa de ver y escuchar en el televisor.

No es que hubiera sido una gran tragedia para la ciudad. El niño en bicicleta, chófer y pasajeros del minibús y los carros salieron ilesos y los vehículos sólo con daños menores. Ningún edificio sufrió daño alguno tampoco. El minibús en su brusca vuelta sólo invadió una de las banquetas.

La única víctima fatal del accidente fue una señora de avanzada edad que caminaba por la banqueta rumbo a su casa, fue arrollada por el minibús que la invadió en su rápida y brusca vuelta. Ella, con su paso lento, no pudo evitarlo.

Era su madre.

- Roy Lobo (24.abr.2011)

martes, 4 de julio de 2017

¡Maldita gitana!



“Hay una mujer hermosa, la más primorosa, de ojitos negros, de piel gitana. Es, es una hechicera que domina al hombre con sus danzares, con las caderas.”

(Fragmento de la canción “Hechicera” de Fernando Olvera y Álex González)

¡Maldita gitana, sé que algo hiciste!,
no fue en el tarot con tu cartomancia
ni tampoco sirvió la quiromancia,
en mis manos, mi ser no descubriste.

Fueron tus ojos los que me hechizaron,
quedé prendado y ya nada pude hacer,
bastó una mirada de ti merecer
y mi alma y mi ser a ti se entregaron.

A tus voluntades sucumbo ciego,
por ti abandono mi vida mundana,
a tus sombras, hechizado, me apego.

Me adhiero fielmente a tu carabana,
esclavo de tu aliento, a ti me entrego
y grito: ¡maldita… bendita gitana!

- Roy Lobo (8.mar.2017)